Para alcanzar a todas las personas
Si la presentación de la verdad se realizara con mayor tacto y discreción, tanto por las exposiciones de los ministros como por la obra de los colportores, los resultados serían mucho mejores. Debido al descuido en este sentido, muchos tienen un concepto equivocado de nuestra fe y doctrinas, que jamás se habría formado si sus primeras impresiones hubieran sido más favorables.
A todas las clases sociales
Es nuestro deber realizar esfuerzos personales para alcanzar a las clases elevadas. Tales labores no deberían excluir a las clases más bajas, pero tanto las clases altas como las bajas han de tener la oportunidad de beneficiarse con las verdades de la Biblia. Si nuestras propias palabras y vidas muestran la influencia refinadora de la verdad de Dios en el corazón, los que se relacionen con nosotros verán que la religión de la Biblia jamás degrada al receptor y, al aceptar la verdad, percibirán los deberes y responsabilidades que descansan sobre ellos para ser también los representantes de Cristo en la tierra
El obrero de Dios debería
estudiar cuidadosamente
cuál es el mejor método,
de manera de no levantar
oposición o prejuicios
innecesarios.
La verdad divina, obedecida con el corazón, constantemente eleva, refina y ennoblece al que la recibe. No es la sabiduría mundana sino la divina la que nos capacita para presentar la verdad de tal manera que llegue a las clases elevadas, quienes, al convertirse a la verdad, ejercerán una influencia a su favor, y ayudarán a sostenerla con los talentos y recursos que se les han confiado.
A la luz de la verdad recibida, el deber que tenemos para con nuestros prójimos nos coloca bajo la obligación de negociar con nuestros talentos y nuestros medios. Al ganar almas para Cristo –personas que estén en puestos de responsabilidad y cuya influencia pueda ejercer poder para alcanzar a hombres y mujeres de las clases más favorecidas, a los que Dios ha visto apropiado confiarles una mayor capacidad de hacer el bien– nuestros talentos se duplicarán.
La medida y el método apropiados
Los obreros de la causa no deberían sentir que la única manera de trabajar requiere que den a conocer cada punto de la doctrina adventista de una vez y en todo lugar. Tal curso de acción cerrará inmediatamente los oídos de la gente y frustrará el fin buscado. Dios quiere que sus obreros sean como ovejas en medio de lobos, astutos como serpientes pero sencillos como palomas. Han de dejar de lado sus propias ideas para seguir la dirección del Espíritu de Dios. No deberían sentir que en toda ocasión tienen que comunicar toda la verdad de Dios a los incrédulos, sino que deberían planificar con cuidado qué decir y qué abstenerse de expresar.
Esto no significa practicar el engaño; es trabajar como trabajó Pablo. Dice el apóstol: “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar al mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la Ley (aunque yo no esté sujeto a la Ley) como sujeto a la Ley, para ganar a los que están sujetos a la Ley; a los que están sin Ley, como si yo estuviera sin Ley (aunque yo no estoy sin Ley de Dios, sino bajo la Ley de Cristo), para ganar a los que están sin Ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos”. Pablo no se acercó a los judíos de una forma que estimulara el prejuicio. No corrió el riesgo de convertirlos en enemigos diciéndoles que primero de todo tenían que creer en Jesús de Nazaret, pero se dedicó a las promesas del Antiguo Testamento que testificaban de Cristo, su misión y su obra. Fue así que los guió paso a paso, mostrándoles la importancia de honrar la ley de Dios.
Pablo también dio la honra requerida a la ley ceremonial, mostrando que Cristo fue el que instituyó todo el sistema judío de sacrificios. Después de desarrollar estos temas, demostrando que él mismo los entendía con claridad, los llevaba al primer advenimiento de Jesús, mostrándoles que en el Cristo crucificado se habían cumplido todos los requisitos profetizados.
Pablo ejerció este tipo de sabiduría. Se acercó a los gentiles, no exaltando la ley desde el comienzo sino a Cristo, para entonces mostrarles las obligaciones vinculantes de la ley. Les mostró claramente cómo la luz que se reflejaba de la cruz del Calvario, brindaba significado y gloria a todo el sistema judío. Es así que usó diversos métodos, siempre adaptando el mensaje a las circunstancias que tuvo que enfrentar; y sin embargo, aunque después de paciente labor llegó en cierta medida a tener éxito, muchos no fueron convencidos.
Algunos no serán convencidos por ningún método de presentación de la verdad. A pesar de ello, el obrero de Dios debería estudiar cuidadosamente cuál es el mejor método, de manera de no levantar oposición o prejuicios innecesarios. Que muestre a las personas que es un verdadero cristiano, dedicado, que desea la paz y no el conflicto, y que siente amor por las almas. Así podrá ganar la confianza de las personas.
Cristo dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar”. Hubo muchas cosas que no les dijo porque la educación y el carácter de ellos eran tales que sus enseñanzas los habrían confundido y habrían producido en ellos cuestionamientos y una incredulidad difícil de remover.
Creativos en la misión
Los obreros de Dios han de ser polifacéticos; es decir, han de tener amplitud de carácter. No tienen que ser hombres de una faceta, estereotipados en su manera de trabajar, que caigan en una rutina donde sean incapaces de ver que sus palabras y forma de trabajar tienen que adaptarse a la clase de personas y las circunstancias que les toca enfrentar. Todos deberían tratar constantemente de someter sus características más prominentes y educar sus aspectos más débiles, de manera que la mente sea equilibrada. Esta tarea es necesaria si es que desean ser obreros útiles y de éxito. Dios quiere que sus siervos, sean ancianos o jóvenes, mejoren continuamente, aprendiendo mejor cómo alcanzar a las personas. No deberían descansar satisfechos, pensando que sus métodos son perfectos y que los demás tienen que trabajar de la misma manera. Todos nuestros métodos y planes deberían ser portadores del modelo divino.
Este artículo fue publicado originalmente en The Atlantic Canvasser, 11 de diciembre de 1890. Los adventistas creemos que Ellen G. White (1827-1915) ejerció el don bíblico de profecía durante más de setenta años de ministerio público.
Fuente: Adventist World. Diciembre 2009
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