miércoles, 20 de enero de 2010

Lista de dones de Dios

Por: James Park

Todos estamos incluidos


Cuando me convertí hace unos 35 años, saliendo de un trasfondo católico y secular, encontré la siguiente cita del espíritu de profecía: «Deberíamos memorizar los capítulos 12 y 13 de primera de Corintios, y grabarlos en la mente y el corazón».1 Aunque sabía que 1 Corintios 13 era el capítulo del «amor», no sabía mucho sobre el capítulo que lo precedía.

Cuando comencé a grabar lentamente las lecciones en «la mente y el corazón», surgió una preciosa teología de la relación entre los dones del Espíritu (según se bosquejan en 1 Corintios 12) y los frutos del Espíritu (según se describen en 1 Corintios 13). Este artículo explora brevemente la doctrina fundamental adventista número 17, que habla de los dones y ministerios espirituales. En primer lugar, bosquejará la relación entre los dones y el fruto del Espíritu, dará una breve visión general del fundamento bíblico de esta doctrina, y brindará recursos adicionales que nos ayudarán a poner esta enseñanza en práctica.

Los dones y el fruto: ¿Qué relación hay entre ellos?


Las Escrituras nos enseñan que el fruto del Espíritu, el 
«camino más excelente» que Pablo menciona en 1 Corintios 12:31, infunde nuestras acciones de un elevado valor ante Dios (1 Cor. 13:1-3). Después de todo, Jesús dijo a sus discípulos en el Sermón del Monte: «Por sus frutos los conoceréis» (Mat. 7:16). Los obreros que han mostrado diversos dones del Espíritu, como el de profecía y los milagros, sin «conocerlo» son llamados «hacedores de maldad» (Mat. 7:22, 23). Elena White misma declara que «el objeto de la vida cristiana es llevar fruto»,2 enfatizando así la importancia fundamental de ser antes que de hacer.

En nuestro mundo hiperactivo, cada día tenemos el privilegio de sentarnos a los pies de Jesús imitando a María, lo que era «mejor» que el deseo de Marta de ser hospitalaria (Luc. 10:42) y que había llevado a esta última a criticar a su hermana. En los países budistas como Tailandia, yo solía decir a los feligreses que a menos que dediquemos tiempo a nuestra vida espiritual y a ser más contemplativos –como los monjes– el estrés de la vida diaria hará de nosotros un hazmerreír.

El fundamento bíblico de los dones espirituales


Hay varios textos bíblicos que nos brindan una comprensión básica de la creencia fundamental en los dones espirituales. En primer lugar, 1 Corintios 12:11 nos dice que el Espíritu Santo determina qué don o dones dar a cada miembro. En términos prácticos, puede decirse que cada feligrés posee al menos un don, pero que nadie posee todos los dones. Pablo usa la interdependencia del cuerpo para enfatizar la diversidad y la unidad que debe existir para que el organismo funcione bien. La enseñanza bíblica de los dones espirituales evita los extremos de esperar que todos hagan lo mismo (por ejemplo, que todos den estudios bíblicos) o que solo unos pocos hagan la obra de la iglesia.

Los dones y ministerios Espirituales

Dios concede a todos los miembros de
su iglesia en todas las edades, dones
espirituales para que cada miembro los
emplee en amante ministerio por el bien
común de la iglesia y de la humanidad.
Concedidos mediante la operación del
Espíritu Santo, quien los distribuye entre
cada miembro según su voluntad, los
dones proveen todos los ministerios y
habilidades necesarios para que la
iglesia cumpla la función ordenada por
Dios. De acuerdo con las Escrituras
estos dones incluyen ministerios tales
como la fe, sanidad, profecía,
predicación, enseñanza, administración,
reconciliación, compasión y servicio
abnegado y caridad para ayudar y
animar a nuestros semejantes. Algunos
miembros son llamados por Dios y
dotados por el Espíritu para cumplir
funciones reconocidas por la iglesia en
los ministerios pastoral, de
evangelización, apostólico y de
enseñanza, particularmente necesarios a
fin de equipar a los miembros para el
servicio, edificar a la iglesia de modo que
alcance madurez espiritual, y promover
la unidad de la fe y el conocimiento de
Dios. Cuando los miembros emplean
estos dones espirituales como fieles
mayordomos de las numerosas gracias
de Dios, la iglesia es protegida de la
influencia destructora de las falsas
doctrinas, crece gracias a un desarrollo
que proviene de Dios, y es edificada en
la fe y el amor. (Rom. 12:4-8; 1 Cor.
12:9-11, 27, 28; Efe. 4:8, 11-16; Hech.
6:1-7; 1 Tim. 3:1-13; 1 Ped. 4:10, 11).


En la Biblia se mencionan veinte dones específicos, y algunos se mencionan más de una vez. Romanos 12:6-8 enumera siete: de profecía, servicio, enseñanza, exhortación, generosidad, liderazgo y misericordia. Además de estos siete dones, 1 Corintios 12:7-10 y 12:28-30 añade otros once: sabiduría, conocimiento, fe, sanidad, realización de milagros, discernimiento, las lenguas, interpretación de lenguas, apostolado, ayuda y administración. Finalmente, Efesios 4:11 añade otros dos: evangelista y pastor. Aunque algunos comentaristas limitan la lista a los que se mencionan específicamente en estos textos, otros han postulado que la iglesia del Nuevo Testamento mostró otros dones como el de la hospitalidad, la intercesión y la misión, y que también debería incluírselos.

Los dones dados a un individuo no son estáticos pero, como en el caso de Pablo, pueden ser dados cuando surge la necesidad de sanidad (Hech. 14:9, 10) o profecía (Hech. 27:23-25). Pienso que está en armonía con la Escritura que si un individuo o grupo de creyentes careciera de cierto don, pueden orar para que el Señor se los otorgue a los presentes o envíe a una persona que tenga ese don específico, a fin de ministrarlo de manera más efectiva. Los dones tienen que ser atesorados y desarrollados. Pablo instó a Timoteo a «avivar la llama» del don que había recibido por la imposición de las manos (2 Tim. 1:6, NVI).

Aplicaciones prácticas


En lo que respecta a los materiales sobre el tema, el conocido libro de Peter Wagner titulado Spiritual Gifts Can Help Your Church Grow (Los dones espirituales pueden ayudar a que su iglesia crezca) sigue siendo un clásico sobre el tema.3 Aunque pueden realizarse diversas pruebas en línea para conocer los dones espirituales, muchas de estas pruebas fomentan una teología carismática que enfatiza dones como el de la sanidad, el hablar en lenguas y la profecía y no brindan demasiada base de cómo comprenderlos o utilizarlos dentro del contexto de la iglesia o el ministerio local. Un grupo de pastores y líderes adventistas produjo un excelente y bien documentado enfoque del tema denominado Connections (Conexiones), al que puede accederse en Internet.4

Hace varios años quería poner a funcionar el lavavajillas pero descubrí que no me quedaba detergente. Pensé que cualquier detergente servía, por lo que puse el que usábamos para la ropa y encendí el aparato. Al poco rato descubrí que del lavavajillas salía gran cantidad de espuma que cubría todo el piso de la cocina.

La doctrina de los dones espirituales nos enseña la importancia de que cada persona tenga el lugar apropiado en la iglesia. En ocasiones, un muy exitoso diácono fue nombrado primer anciano y surgieron dificultades. Al igual que en el caso del detergente, el miembro no es «malo», pero ha sido colocado en el puesto equivocado. Después de animarnos a memorizar 1 Corintios 12 y 13, Elena White expresó: «Mediante su siervo Pablo, el Señor ha colocado ante nosotros estos temas para que los consideremos, y los que tienen el privilegio de trabajar juntos en la iglesia serán unidos en forma comprensiva e inteligente».5 Una comprensión bíblica de los dones espirituales nos dará mayor agudeza y creatividad al reflejar cada vez más el espíritu de servicio de Cristo y así cumplir la misión divina para su iglesia.

1 Elena White, Comentario bíblico adventista, ed. F. D. Nichol (Washington, D.C.: Review and Herald, 1965), vol. 6, p. 1090.
2 Elena White, Palabras de vida del gran Maestro (Washington, D.C.: Review and Herald, 1941), p. 47.
3 C. Peter Wagner, Spiritual Gifts Can Help Your Church Grow (Ventura, Calif.: Regal Books, 1979).
4 Vaya a www.creativeministry.org/article.php?id=985 para recibir más información sobre el 
proyecto y las maneras de conseguir el material.
5 White, Comentario bíblico adventista, vol. 6, pp. 1090, 1091.

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