El entusiasmo crece cuando el coro y otros feligreses ocupan sus lugares. No es el primer bautismo que se lleva a cabo en la iglesia que comenzó años atrás como un pequeño grupo que se reunía en la capilla de la División de África Central Occidental. Estas personas son especiales porque son fruto de la primera campaña de evangelización de nuestra iglesia desarrollada en la Universidad de Cocody en Abiyán, que fuera caldo de cultivo del malestar social que existió durante los cinco años de conflictos civiles que desplazaron a cientos de miles de personas.
La decisión de los departamentos de Ministerio de la Mujer y de Ministerios Personales de la iglesia de Riviera, de elegir el predio universitario como campo misionero en 2007, finalmente se hace realidad. Durante tres semanas R. Danforth Francis, director ministerial de la División, habla con pasión bajo el lema “Pasos hacia una vida mejor”. Sin embargo, la audiencia no se muestra receptiva; otros eventos sociales y deportivos en la universidad desvían la atención. Algunas noches, en el gimnasio donde se llevan a cabo las reuniones, se puede escuchar música y ritmos que provienen del exterior; otras, el frío y la lluvia espantan a la concurrencia.
“El gimnasio [donde llevamos a cabo las reuniones] tiene lugar para mil personas—dice Francis—pero la concurrencia promedio era de solo 35
personas. Si pudiera comenzar de nuevo, habría dedicado más tiempo a contactarme con las personas antes del lanzamiento de la campaña. La comunidad no nos conocía lo suficiente y por eso la concurrencia fue escasa. Como mis responsabilidades ahora también incluyen hacerme cargo de los proyectos misioneros, pienso promover más actividades de siembra para que podamos cosechar a partir de lo que hemos sembrado”.
Pero los miembros de iglesia siguieron adelante y su persistencia finalmente dio frutos. Once personas expresaron su deseo de ser bautizadas. Entre ellas hay un hombre que, aunque confinado a una silla de ruedas, irradia el gozo y la confianza propios de una relación estrecha con Cristo.
“Cuando estoy deprimido me pongo a cantar y mi espíritu se eleva”, dice el marfileño Jacquelin Brou Kouaku, el décimo de doce hermanos, que se refiere en chanza a sí mismo como un diezmo viviente para Dios. Su búsqueda de la verdad lo ha hecho pasar por varias experiencias extremas.
En la actualidad Kouaku es compositor de canciones a la espera de producción. Durante el concurso musical de la Radio Televisión Marfileña 2006, fue elegido finalista, y pudo llegar al corazón de sus oyentes. Ese evento singular llegó a ser un punto de inflexión en su vida, una aceptación de lo que Dios podía hacer por medio de él. A pesar de este nuevo cambio, Kouaku describe su viaje en busca de la verdad y el éxito como largo y tortuoso, pero no se da por vencido: “Sé que en el África la música no se traduce inmediatamente en riquezas, pero si es la voluntad de Dios para mí, él me proveerá de los medios”.
En efecto, la vida de Kouaku no ha sido fácil. Su educación temprana se vio retrasada por la falta de fondos y la negativa de su padre de dejarlo salir de la casa. Sin embargo, durante una visita a un hospital misionero en Divo, un pueblo de Costa de Marfil, un médico misionero animó a su padre a que lo mandara a la escuela, y él accedió. El primer día de clases, Kouaku recuerda que su padre lo tuvo que cargar en la espalda ya que no podía usar las piernas. Más adelante, los misioneros le consiguieron una silla de ruedas, lo que facilitó las cosas.
La inteligencia de Kouaku hizo que fuera promovido al tercer grado sin hacer el segundo, pero luego una enfermedad persistente lo mantuvo alejado de las aulas por cinco años. Para cuando llegó al último año de la escuela secundaria, la fiebre tifoidea le impidió completar sus exámenes finales. Eso sucedió en 2002. Al año siguiente falleció su madre. Su padre ya había fallecido en 2000. La pérdida de sus padres y la imposibilidad de rendir los exámenes lo llevó al borde de la desesperación y pensó en suicidarse.
Aun entonces, la gracia divina lo ayudó a seguir. Pasó el año 2004 tratando de sobrevivir cultivando y vendiendo tomates. Entonces su hermana mayor falleció en 2005, dejándolo quebrantado de dolor.
La iglesia a la que pertenecía le brindó ayuda para suplir sus necesidades básicas en la universidad, de manera que tomar la decisión de bautizarse después de haber escuchado los mensajes adventistas le representó un gran dilema.
Kouaku no quería fallarle a su iglesia anterior, y también estaba en juego su sostenimiento financiero. Aun así, sintió que había hallado la verdad y que necesitaba decidirse por lo que creía. Sintió un conflicto interior hasta el último día de las reuniones, pero entonces tomó la decisión de entregarse por completo a Cristo.
“Me di cuenta de que mi iglesia anterior podría cortarme el estipendio —dice Kouaku—. Sin embargo, preferí priorizar mi fe en Cristo a estipendios y privilegios. Después de todo, él es el que puede proveer para mis necesidades”.
“Este es un testimonio del poder del evangelio —dice Francis—. Fue muy animador ser testigo de su decisión”.
Es así que en ese día soleado, Kouaku y otras diez personas dieron testimonio de su fe por medio del bautismo.
Los desafíos y luchas de Kouaku son tan reales hoy como en el pasado, pero la seguridad en las promesas divinas fortalece su fe. Reconoce que más allá de toda la pompa del mundo hay un Dios que lo ama y cuida de él.
En efecto, el creador del don de la música y el que promete la vida eterna también le ha dado a Kouaku una nueva esperanza en medio del dolor.
Josephine Akarue es una periodista independiente de Abiyán, Costa de Marfil.
Fuente: Spanish Adventist World
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